La Sociedad

El triunfo de la resistencia sobre la tierra chaqueña

Continuando con las crónicas resistencianas en el marco de la fundación de la ciudad de Resistencia, convidamos una nueva mirada de la fundación de Resistencia, haciendo pie en que antes de la llegada de los inmigrantes había ya una población precaria alimentada por los obrajes viviendo frente a Corrientes.

Un error común es creer que Resistencia se fundó sobre la nada, estoicos italianos que llegaron a un páramo despoblado a trabajar la tierra. Al contrario, su estratégica ubicación frente a Corrientes fue desde siempre un atractivo para quienes vieron en los montes chaqueños una oportunidad de comercio, y hay pruebas de que el paraje San Fernando (como se lo conocía entonces) se encontraba ya poblado desde 1850 por obrajes madereros correntinos, que fueron incrementándose con el tiempo. 

Terminada la Guerra del Paraguay el Gobierno Nacional se preocupó por poblar sus territorios, entre ellos el actual Chaco, casi desprovisto de población “blanca”. Una Comisión Exploradora en 1875 recorrió la costa del Paraná y recomendó la fundación de 4 colonias frente a poblados correntinos como bastiones para iniciar la colonización, uno de ellos por supuesto debía ser frente a la Ciudad de Corrientes. Esta Comisión conoció el asentamiento San Fernando, y quedó maravillada de su prosperidad, al punto que prefirieron recomendar San Fernando como lugar de poblamiento antes que las tierras cercanas a la actual Colonia Benítez, más altas y por tanto más adecuadas para el asentamiento humano.

Según Seferino Geraldi la correspondencia oficial ya utilizaba el topónimo Resistencia antes de que se conozcan los malones a los que los pobladores de San Fernando opusieron resistencia y que históricamente se consideraron el origen del nombre.  El profesor Maeder en su libro Historia del Chaco considera que Geraldi ha demostrado “sin lugar a dudas” esta suposición. Si Resistencia no tiene que ver con estos malones. Pero el historiador Marcos Altamirano publicó en 2006 un libro revisiona lo que mandaba la tradición, mediante la inclusión de nueva documentación disponible respecto a la época del Paraje San Fernando. 

En la misma sostiene que “otros autores” (palazo para Geraldi y Maeder) desconocían la existencia de ataques anteriores a la visita de la Comisión Exploradora. Siempre según Altamirano el 10 de junio de 1875, 4 meses antes de que Seelstrang visitara la costa chaqueña frente a Corrientes, una coalición de mil aborígenes atacó los obrajes al Sur de San Fernando; 15 hombres de la Guardia Provincial de Corrientes, obrajeros y peones demoraron una hora en repeler el ataque, del cual ya habían sido advertidos. 

Los días 11 y 12 se sucedieron ataques más violentos, que fueron contenidos en la empalizada del Coronel Ávalos.

Situándose en contexto de lo que pudo haber sentido al respecto un coetáneo de Sarmiento: en el lejano Chaco los malvados indios pretendían destruir la civilización. Los diarios se hicieron eco de los eventos, y a solo 4 meses de tal suceso, Seelstrang y Folster seguramente recibieron de sus propios protagonistas la versión de los hechos. Es falso por tanto que la Comisión Exploradora haya pasado por alto los malones para bautizar al Paraje San Fernando como Resistencia. 

El nombre San Fernando no se perdería de inmediato, la Jefatura Política del Chaco que existió entre 1875 y 1876 tenía sede en San Fernando, lo mismo que una guarnición militar. El 29 de enero de 1878 llegaron los colonos italianos, y junto a los criollos (en su mayoría correntinos) que habitaban el paraje dieron nacimiento ahora sí a Resistencia. La colonia agrícola cambió la resistencia a los malones que ya prácticamente habían desaparecido por la resistencia a los mosquitos y las tórridas jornadas de verano.

LA LLEGADA DE LOS ITALIANOS

El 27 de enero de 1878 desembarcó el primer contingente de inmigrantes italianos, en el mismo lugar donde hoy se encuentra el monolito que recuerda este hecho histórico, cerca del puente San Fernando sobre el río Negro.

Una tradición respetada celebra este acontecimiento el 2 de febrero, con una diferencia de pocos días que en nada modifican la trascendencia de este acontecimiento para la historia del Chaco.

Eran 39 familias (o 43, según otros registros) que sumaban 184 personas entre hombres, mujeres y niños, quienes habían partido del puerto de Génova, Italia, el 1º de diciembre de 1877. Después de un azaroso viaje por mar y de una corta estadía en Buenos Aires, llegaron al puerto de Corrientes el 21 de enero de ese mismo año.

Luego de estar cinco días en esta ciudad, fueron embarcados en dos barcazas remolcadas por un vaporcito, las cuales remontaron el Río Negro hasta el puerto de San Fernando, adonde llegaron en la mañana del 27 de enero, luego de una dificultosa marcha nocturna por el Río Negro.

Los inmigrantes provenían del Friuli-Venezia Giulia, la mayoría de la región de Fagagna. Una vez desembarcados en tierra chaqueña, los colonos fueron recibidos por el administrador de la colonia, Jaime Sosa, los funcionarios de la administración y los obrajeros que desde años atrás venían explotando los bosques en el paraje San Fernando, quienes junto a sus peones habían defendido ese lugar y rechazado varios ataques indígenas. 

El Administrador ubicó a los colonos en los establecimientos de los obrajeros: José María Avalos, Félix Seitor, Sicard, Vázquez, Corsi, Quijano, Ajesta y Manuel Díaz. Esto debió hacerse porque el albergue que según la ley debía estar preparado para alojarlos, no había sido construido. Recién fue terminado en junio de ese año.

Estas primeras familias de inmigrantes que llegaron al Chaco procedían de la provincia de Udine, en el noreste de Italia, y desde el comienzo debieron afrontar serias dificultades para establecerse. Uno de esos inconvenientes fue la pérdida de los mojones de la mensura de la colonia, sin los cuales era imposible adjudicar los primeros lotes de tierra a los recién llegados. 

Por ese motivo fue enviado al lugar el agrimensor Juan Dillon (hijo). Pero no pudo cumplir de inmediato los trabajos de la nueva mensura y adjudicación de tierras: una gran creciente del Paraná que se inició a poco de llegar los inmigrantes hizo desbordar el Río Negro, con el consiguiente anegamiento de la mayor parte de los terrenos que formaban la colonia.

Uno de los aspectos más dramáticos en la vida de esta incipiente comunidad fue el de las penurias físicas que debieron soportar, en virtud del cambio de clima, la mala alimentación y el consumo de agua contaminada. A ello se agregó la creciente, que se extendió de febrero a abril de ese año. Fue de tal magnitud, que al anegar los terrenos de la colonia aisló a las familias y dificultó seriamente la provisión de víveres y medicamentos.

Complicó este panorama la aparición de enfermedades gastrointestinales y casos de paludismo. Al principio, la atención médica de los colonos estuvo a cargo del doctor Poli, quien se retiró a los pocos días y fue reemplazado por el doctor José Luna, médico sexagenario que había residido en la Isla del Cerrito. Como se carecía de un hospital de campaña, para ver a sus pacientes el doctor Luna debía trasladarse en canoa o a lomo de caballo, salvando grandes distancias. Los informes de este facultativo revelan el alto índice de mortalidad infantil en la población de la colonia en su primer año de funcionamiento.

La construcción del albergue y de las viviendas para los colonos exigió de la administración la contratación de numerosos peones, techadores, carpinteros, carreros, cortadores de paja, etc., entre los criollos o entre los aborígenes tobas y vilelas que vivían en las inmediaciones. Entre los inmigrantes también había herreros y albañiles que aportaron sus conocimientos. 

Los trabajos consistieron en el corte de palmas y de paja para la estructura y los techos, y la elaboración de adobe para las paredes. Los peones se ocupaban del corte y acarreo de materiales desde los montes cercanos mientras que los colonos construían sus propias viviendas. Esto nos muestra un cuadro de intenso trabajo y colaboración entre inmigrantes, criollos y aborígenes en los primeros meses de vida de Resistencia.

Las primeras tareas agrícolas sufrieron las consecuencias de la mala calidad de las semillas y lo inadecuado de las herramientas entregadas por la administración. El primer ensayo de arar la tierra fue realizado en la chacra nº 5 del colono Girolamo Pérez, en presencia del comisario de administración. El armado de los arados distribuidos a los pobladores estuvo a cargo de los colonos Bizarro y Lavia Gotardo, a quienes se les prometió una recompensa por el trabajo.

Cooperativa La Prensa

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