Derechos Humanos

Entrevista a Liliana Olea: “enfermamos como una salida a esa angustia social sin resolver”

Planteamos a la salud mental en un cuestionamiento al binomio médico de salud o enfermedad, se mueve el punto de partida desde donde observamos a quien “enferma”. 

Quien abordará el tema es Liliana Olea, nacida en Catamarca, actual habitante de Chaco y autopercibida “del mundo”. Es técnica superior en psicología social, docente de la misma disciplina, y en la formación para auxiliares de acompañamiento en situación de crisis. Es también acompañante terapéutica en instituciones educativas. 

Con las concepciones de “rehenes” del contexto y el “temor a la marginalidad”, repasa desde la crítica social y el análisis, los procesos de salud que se viven en un ahora atacado por  crisis económicas, virales y políticas; donde el tejido social conocido se perfora para abrirle paso al hábito creciente del aislamiento.

Primeras ideas:
¿De qué hablamos, cuando hablamos de salud mental?

-El colectivo médico, cuando habla de salud mental, habla de su falta y patología. Cuando hablamos desde la psicología social hablamos de algo mucho más amplio. Nuestro foco no está puesto en la patología sino en la prevención.  Los psicólogos y psiquiatras trabajan cuando ya no hay o está afectada la salud mental del sujeto. Y tienen razón de estar preocupados, porque esa falta cambia las reglas de juego y ya nada vuelve a ser como antes. Pero cuando nosotros nos preocupamos por la salud mental hablamos desde el otro lado del tratamiento, que es donde la gente sí puede hacer algo, hablamos de prevención, de escucha, de acompañamiento. Con el diagnóstico, tenés que ir al médico y ya está.

 ¿Qué abarca la salud mental desde la psicología social ?

-Desde la Organización Mundial de la Salud es un estado de bienestar emocional, psicológico y social. Y desde ese lugar ya estamos en un caos. Porque pareciera que nunca estaríamos en completa situación de salud, cuando no estamos mal emocionalmente, tenemos algún problema psicológico, y si no, nos afecta lo social. Por eso no hablamos del binomio salud y en enfermedad, sino que hablamos de procesos donde hay mayor salud y donde hay menor salud mental. Para pararnos desde ahí, no en salud versus enfermedad, sino en procesos de salud. 

Ilustración: Magnus Iturrioz / gatx_parpadx

El contexto ¿qué tanto infiere dentro de esos procesos? 

-Impacta totalmente, porque la salud emocional, psicológica y social, son tres ejes que deben estar en equilibrio. En la vida cotidiana vivimos con distintas tensiones, que tienen que ver entre la necesidad y la satisfacción, búsqueda de satisfacer esto que me está faltando, que no estoy teniendo, cuando estoy en un equilibrio, tengo cierta capacidad para enfrentar esas tensiones lo mejor posible. No significa que la voy a resolver bien, pero sí estoy en una condición psíquica de poder tomar conciencia de lo que me está pasando y buscarle una solución.

Cuando yo no estoy en equilibrio con una situación social que afecta mi vida cotidiana (Si yo estoy atacado por la inestabilidad laboral, la inseguridad económica, no saber cómo voy a darle de comer a mis hijos, si voy a tener trabajo, si lo que yo hago sirve o no sirve) seguramente cualquier otra situación que me pase, no voy a estar con todas las luces para poder resolverlo. 

Entonces cuando hablamos de cómo afecta esta situación social en la que vivimos, afecta negativamente nuestra salud mental porque pone toda nuestra energía en tratar de resolver a veces cosas que no están en nuestras manos.  La salud mental implica poder resolver el equilibrio físico, mental y emocional. 

¿Consideras que vivimos en un contexto insalubre? 

-Estamos en una sociedad alienable, o sea, nos vamos enloqueciendo, ¿no? Alienación tiene que ver con quedar sujeto al deseo de otro, no al propio, digamos. El tema es que esta situación social nos pone en una relación de desventaja absoluta para poder gestionar este día a día. 

Esta situación social va enloqueciendo a las personas. Por eso, uno podría, no justificar, pero sí entender las situaciones de violencia en la vía pública, de maltrato, hay montones de conductas que son influidas por esta locura en la que vivimos cotidianamente, donde es más importante el tener que el ser, donde la meritocracia funciona como si «vos no salís adelante, es culpa tuya». Hay un peso psíquico en donde si yo no estoy logrando comer, la culpa es mía, no es del sistema, no es de la sociedad, todo recae sobre el sujeto. Lo pone en una situación de alienación donde no puede ver de qué quisiera trabajar, en qué me sentiría útil, cómodo, y tendría la economía suficiente para sostener a mi familia haciendo algo que me gusta. 

¿Esta limitación vuelve a las personas más vulnerables?

-Estas conductas son nocivas, para nosotros, y para los que nos rodean, algunos lo expresan hacia afuera, mis compañeros, mi pareja, mi familia. En otros es hacia dentro y aparecen los ataques de ansiedad, los ataques de angustia, las fobias, las depresiones, el consumo problemático. Porque el ser humano cuando enferma, lo que está haciendo es buscar una solución. Entonces cuando hablamos de enfermedades o de patologías pensemos que el sujeto enferma como una salida a esa angustia que tiene de no poder resolver. 

 

 

Soci@s y amig@s de La Prensa

Aislamiento versus miedo a la exclusión:
¿Cómo se lee el impacto de la crisis en la conducta social? 

-Desde la psicología social, en general trabajamos de manera grupal y vamos viendo distintos patrones, y formas de afrontar esta situación de angustia. No es que haya solo angustia en este momento, ya veníamos de una pandemia lo que hizo que las conductas de aislamiento se potenciarán. Los miedos habían quedado en relación con un otro, a partir de que el otro era el que me portaba el virus y el que me enfermaba o me mataba. Íbamos saliendo de esto y vuelve a aparecer otra crisis, ya no viral, sino social y económica, pero de nuevo vuelve a recrudecerse el encerrarse. 

Entonces en los grupos lo que se lee es “quiero ser parte, no me dejen afuera” pero cuando estoy no pongo el cuerpo, estoy más bien apático. El tema es el miedo,  a ser excluido “DE..”( ese espacio, grupo, o actividad que tanto deseo) pero cuando estoy, tampoco estoy a pleno. Uno está en distintos grupos, y hay cientos de personas inscritas, pero después a la hora de poner el cuerpo y hacer cosas son mínimos. 

¿Se prioriza lo más urgente, como la comida, el laburo, y las acciones políticas o de activación social quedan relegadas?

Ilustración: Magnus Iturrioz / gatx_parpadx

-Puede ser una lectura, pero yo creo que es más profundo que eso y que tiene que ver con un miedo a la desafiliación, el quedar por fuera. Cuando me quedo fuera del sistema, estoy perdido y no sé si voy a poder volver a entrar. Entonces, para mí, hay una necesidad de no perderse en este caos, pero sólo nominalmente. “Necesito estar porque tengo miedo a caerme del sistema y que no haya una red de sostén, pero cuando se me pide un mínimo de energía para hacer, proyectar, ya no tengo más energía, porque más allá de depositarla en lo económico o laboral, está en no desmoronarme. Algo que también se ve en los distintos grupos es la angustia. La angustia ante lo que sucede a algunos lo lleva a encerrarse, a estar en una depresión física y emocional en donde no puedo levantarme, no tengo fuerzas para nada, no tengo energía, apenas puedo con mi vida. Y encima me veo atacado por distintos sectores de la vida cotidiana, no sé cómo ir a trabajar porque no hay cole y si está el cole lo pago tres veces más de lo que cobro. Es una incertidumbre que genera tanto malestar físico, psíquico y social que nos deja perdidos. Y ante la posibilidad o la fantasía de quedarnos perdidos nos agarramos a donde sea. Esa es mi propia lectura.

 

 

La salud mental como derecho humano, y como horizonte colectivo:
¿Cómo tomar el protagonismo?

-El ensañamiento de los violentos se nutre con el miedo y la falta de información. Esta violencia institucional que estamos viviendo se nutre claramente con ese miedo. Muchos sujetos se sienten rehénes, porque si me manifiesto me pueden reprimir o le puede pasar algo a mi familia, estoy rehén de una situación. Si hago algo para modificar esto, puedo perder lo poco o malo que tengo. Y esta situación de rehén me imposibilita accionar y obligar al sistema que cumpla con mis derechos. Durante décadas el discurso de los derechos humanos fue ninguneado, malversado y pareciera que los derechos humanos son para los delincuentes. “Los de izquierda piden los derechos humanos”, se dice. Que la “gente de bien”, diría nuestro presidente… luche por sus derechos fue perdiendo consistencia, porque luchar por los derechos no solo propios sino colectivos, pareciera que es estigmatizante. Entonces mucha parte de la sociedad dejó de lado el pensar que los derechos humanos son para todas las personas. 

– Más allá de raza, color, religión, ideología y solo por el hecho de haber nacido, yo ya tengo mis derechos, no solamente el derecho a poder alimentarme, a trabajar, a mi recreación y mi construcción como sujeto pensante, político.  Hay un montón de derechos que la gente no solamente desconoce, sino que parece que estuviera mal pensarlos. Entonces ahora nos encontramos en esta crisis social, económica, política y se desconocen derechos. Hay que hacer todo un trabajo de psicoeducación, para que la gente sea protagonista de su propia historia, reconozca o valore los derechos que tiene y los haga cumplir. Se han invertido los papeles, pareciera que el pueblo no tiene ningún derecho y los únicos que tienen el derecho del poder son los que están gobernando. Creo que eso es lo más alienante porque yo siento que el otro es el que tiene el poder y yo no tengo ninguno. Porque encima desprestigio los derechos que tengo.

-Me parece que el laburo que hay que hacer es muy grande. Primero la revalorización de los derechos y después empecemos a hablar de cómo hago yo utilizando esos derechos para exigir a los gobernantes que yo puse en ese lugar y que yo les pago el sueldo, que tienen que estar trabajando en función nuestra. Todo esto está dado vuelta y desde ese lugar es muy difícil que la gente pueda romper con ese patrón alienante y tomar el protagonismo. 

Y con esta búsqueda de tomar el protagonismo, que podamos hacer algo, ¿qué podemos hacer en general frente a un estado de crisis o con este ánimo social? Algo que atenúe esta sensación de ansiedad, y de aislamiento 

-Creo que lo primero y fundamental es no encerrarme y quedarme solo. La salida es colectiva, no hay forma de que la salida a estas situaciones sea individual. Yo siempre cuando doy el curso en la intervención en situaciones de crisis emocionales y psicológicas, parto de un ejemplo en donde digo que, en el momento de nacer, tenemos dos marcas, una es la marca psíquica de lo que vivencie en el momento del preparto, el parto y el posparto, que va quedando en mi memoria. Y la otra marca que nos queda es el ombligo. Es donde estaba ese cordón umbilical que nos unía a otro que nos alimentaba, nos servía de sostén.  Esa marca del ombligo es la que me hace recordar que siempre hay un otro o siempre necesité de un otro para poder salir de esa situación caótica. Mi sugerencia, para sobrevivir a esta situación y salir lo mejor posible es agruparse con otros, sea con tu familia, amigos, gente del barrio, buscando espacios terapéuticos o de recreación, de arte o de lo que fuera, pero con otros. 

Con otros puedo pensar, puedo sentir, puedo ser, y voy construyendo un pensamiento crítico. Y me salgo de ese lugar de rehén para poder empezar a pensar en eso, para poder empezar a ser un poco más protagonista.

Ilustración: Magnus Iturrioz / gatx_parpadx

 

Cooperativa La Prensa

Cooperativa de Trabajo y Consumo Ltda La Prensa

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