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Fratelli Tutti: el legado político y espiritual del papa Francisco

Reflexión por el gobernador Jorge Capitanich

En el capítulo primero de encíclica Fratelli Tutti, el Papa Francisco señala que «el bien, como también el amor, la justicia y la solidaridad, no se alcanzan de una vez para siempre; han de ser conquistados cada día». Mediante una exhortación apostólica y dos Encíclicas, nos señala —ya no como católicos y católicas, sino como comunidad global— una impronta respecto de los problemas que aquejan a la humanidad: las dificultades y conflictos para los tiempos que corren necesitan de un fuerte contrapeso basado en dos elementos constantes: el amor al prójimo y la correcta gestión del tiempo.

En un mundo cada vez más acelerado, con sociedades más nerviosas y ansiosas, la administración del tiempo y la capacidad para mirar hacia nuestros costados constituyen un elemento central. Podríamos decir, entonces, que la Doctrina Social de la Iglesia católica no sólo constituye una inspiración para 1.200 millones de católicos y católicas en el mundo, sino que irradia una cosmovisión de las acechanzas y los desafíos de la casa de todos y todas: nuestro planeta.

En el segundo capítulo, rescata un relato que realiza el propio Jesús, en donde cuenta la historia de un hombre herido, tirado en el camino, había sido asaltado. Al lado suyo, explica, pasaron varios, pero huyeron, no se detuvieron. Todas ellas eran personas con funciones importantes en la sociedad, pero que, sin embargo, no tenían en el corazón el amor por el bien común; «no fueron capaces de perder unos minutos para atender al herido o al menos para buscar ayuda». La narración concluye con la aparición de un hombre que decidió mirarlo y ayudarlo. Pero que, sobre todo, «le dio algo que en este mundo ansioso retaceamos tanto: le dio su tiempo».

La preocupación y la insistencia de la Santa Iglesia católica por advertir y marcar los excesos del sistema capitalista en la explotación del hombre por el hombre no es nueva. Sin embargo, en Fratelli Tutti dicha tenacidad se refuerza en la necesidad de establecer un modelo que estimule la promoción humana sin propiciar la explotación del hombre.

Francisco, en Fratelli Tutti nos deja un legado, no solo como líder espiritual y religioso de un tiempo tumultuoso y adverso de pandemia, sino que —podríamos decir— como líder político y referente social a escala global.

Un legado político amplio y abierto que incluye tanto al multilateralismo como a la integración continental y universal de los países; sensible con el de al lado y crítico con el modelo de la insensibilidad y la cultura del descarte; reconocedor de la vocación por lo público como de la creatividad empresarial para crear trabajo y oportunidades de progreso; promotor de la paz y el derecho a la tierra, el techo y el trabajo como hacedores de ciudadanía y humanidad, sin importar de dónde provengan ni de los papeles que porten.

Pero además un legado que no se queda solo en lo político, sino que también alcanza a lo espiritual, basado en el reconocimiento mutuo, la fraternidad y el amor más allá de nuestro primer metro cuadrado.

Un legado político y espiritual de 200 páginas no puede ser resumido en una frase ni en tres puntos centrales, pero —quizá— esta Encíclica pueda sintetizarse en el sentido del amor fraterno y la gestión del tiempo, pero también del perdón. No obstante, para caminar hacia la amistad social y la fraternidad universal es necesario un reconocimiento básico y esencial.

Construir comunidad desde el amor y amistad social, ese es el legado más grande que Francisco nos da. Ese es el llamado que tenemos como líderes y militantes políticos de proyectos basados en mirar hacia nuestros costados y a los otros y otras. En este día, y cada día, celebramos la lucha abnegada de miles de militantes que deciden construir una sociedad unida, justa e igualitaria desde el amor y la amistad social.

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