Derechos Humanos

“Las mujeres eran sistemáticamente violadas en la Brigada”

Durante la mañana de  este viernes 12 tuvo lugar en la sede de Tribunal Oral Federal de Resistencia la jornada N° 30 de audiencia en el juicio oral por crímenes de lesa humanidad en la ex Brigada de Investigaciones de la Policía de Chaco “Caballero II”, con las declaraciones testimoniales de dos sobrevivientes del terrorismo de Estado, la senadora formoseña Graciela de La Rosa y Mauricio Berger, productor de Santa Sylvina, integrante de Ligas Agrarias.

Con gran entereza, De La Rosa relató los padecimientos de los que fue víctima en la Brigada, donde sus captores “hicieron lo que quisieron, sin límites de ningún tipo y fuera de los patrones de lo que uno entiende como comportamiento humano”, según precisó. En ese sentido, destacó como ya lo hicieron otros declarantes en el proceso, el ensañamiento de los torturadores con las detenidas políticas. “Las mujeres eran sistemáticamente violadas en la Brigada” afirmó.  Explicó que los vejámenes se correspondían con la visión de los torturadores respecto de las detenidas “como seres inferiores, para ellos nosotras acompañábamos a nuestros maridos y la violación era parte de una tortura hacia nosotras, pero también hacia ellos”.Berger, por su parte, relató los pormenores de su detención en el marco de los operativos de represión a Ligas Agrarias en el interior provincial y aportó datos sobre la desaparición del dirigente rural Carlos Oriansky y del asesinato de Juan Sokol, muerto a golpes.

En la causa figuran como imputados diez expolicías y dos militares retirados, acusados de tormento psíquico y físico agravado por la condición de detenido político de la víctima, privación ilegítima de la libertad, desaparición forzada de personas y un caso de violación tomado como crimen de lesa humanidad. Ellos son Gabino Manader, José Rodríguez Valiente, Luis Patetta, José Tadeo Bettolli, Miguel Pellozo, Héctor José Marin, Ramón Esteban Meza, Enzo Breard,  Albino Luis Borda, Jorge Ibarra, Antonio Musa Azar Curi, (exjefe de Inteligencia de la Policía de Santiago del Estero) y el excomisario Miguel Garbi, mano derecha de Azar.

Según informó el presidente del tribunal que lleva la causa, juez Eduardo Belforte, el juicio pasó a cuarto intermedio hasta el 18. Luego, los debates continuarán el 1, 8, 9, 16 y 30 de junio.

EL LUGAR SIN LÍMITES

Con un hablar pausado y sin demostrar ni por un momento flaqueza, De la Rosa contó que fue detenida en Resistencia el 15 de mayo de 1976, junto con su pareja y compañero de militancia, Patricio Blas Tierno (uno de los asesinados en la Masacre de Margarita Belén). Ella tenía 20 años y un embarazo incipiente. Él era algo mayor, ambos militaban en la Juventud Peronista en la provincia de Buenos Aires y estaban en Resistencia eludiendo la represión.

En la Brigada fueron separados. A ella la vendaron y esposaron y la ingresaron a una planta alta en los fondos de la vieja casona en Marcelo T. de Alvear 32, donde comenzaron a torturarla de inmediato. “Me arrancaron la ropa, me golpeaban y me quemaban, les gritaba que estaba embarazada, recuerdo que era lo único que me salía decir, gritaba y gritaba pero ellos se reían. En un momento, me oriné encima y me pusieron de apodo la ‘Rana’. Me decían que como me había orinado no hacía falta mojarme para pasarme picana”, relató.

“En ese momento, una prefiere estar muerta porque la muerte es mejor que la tortura”, afirmó. La escena culmina con un fundido negro, luego de que la De la Rosa se desmaya producto del castigo y, cuando vuelve en sí, se encuentra en una habitación contigua, la “Sala Negra”, tal y como llamaban al lugar los propios represores, el espacio donde los detenidos que estaban por ser torturados eran concentrados  a la espera del suplicio.

“Por debajo de la venda, pude ver: era algo inimaginable, una veintena de personas tiradas en el suelo, algunos no se movían, todos estaban heridos ahí”, contó. Pudo identificar a Patetta, que estaba a cargo de los operativos de traslado y también en la tortura, junto con Manader y Rodríguez Valiente, que tenía un rol importante. “Se encargaba de las declaraciones”, precisó. 

MARÍN, EL ACORDEONISTA

La testigo relató que en la Sala Negra, la tortura era doble: sentían el dolor de los golpes recibidos, y eran partícipes “del dolor del compañero al que estaban torturando del otro lado de la pared, porque escuchábamos todo”.

Recordó que distinguían la noche del día por la intensidad de la tortura, cuando llegaba la noche. Ese era el momento en el que hacía su aparición uno de los castigadores más crueles de la patota de Investigaciones según varios testimonios, José Marín, alias “Cabo Sotelo”, ejecutor de un acordeón para tapar los alaridos durante las sesiones de tortura y también el mismo un fiero golpeador.

“Llegaba a la sala y empezaba a pegar, se ensañaba con heridos o nos pasaba la picana, era un verdadero aquelarre: los gritos, la radio a todo volumen, el acordeón”, agregó. Había veces que aparecía y les decía: “Esta noche vamos a bailar” o “ideaba perversos juegos”. “Nos sacaba la ropa y teníamos que seguirle la corriente”, relató.

EL SIMULACRO

En una oportunidad fue sacada de la Brigada y trasladada a un descampado, según pudo reconstruir en base a los tiempos de viaje y a que no se escuchaban los ruidos de la ciudad. Vendada y esposada la tumbaron al suelo y escuchó los gritos de una persona que era torturada cerca suyo. “Por la voz, me di cuenta de que era Patricio”, contó.

Tierno estaba allí, en calidad de testigo de los gravísimos vejámenes a los que sometían a su compañera: “Me decían: ‘vas a perder tu hijo, hija de puta’”.

El suplicio terminó con un simulacro de fusilamiento cuando le pusieron una pistola en la boca: “Recé el padrenuestro. Pensé que era el final”, contó. Pero no lo fue, la regresaron a la Brigada de Investigaciones donde pudo ver a Patricio por unos instantes, en la que sería la última vez que tuvo contacto con él. “Tenía los tobillos en carne viva porque esa vez en el descampado lo habían estaqueado”, señaló.  

LA VIOLACIÓN COMO SISTEMA

También habló de la detenida Nora Valladares, a quien conoció durante su cautiverio en la alcaidía policial: “Es imposible no recordar su caso. Debe haber sido una de las mujeres más torturadas”. Recordó que en dos ocasiones fueron a buscar a Valladares al Penal, lo que desató el terror generalizado. “Sabíamos que si la Brigada te buscaba a la noche era para torturarte”. Las detenidas intentaban resistirse a los gritos, implorando clemencia a la guardia de la propia alcaidía, mientras Valladares, que se refugiaba bien al fondo del pabellón, como un animal acorralado, pero al final siempre la terminaban sacando a la rastra.

“La última vez que volvió, lo hizo sin un diente, se lo habían sacado, en frío en la Brigada”, comentó la testigo ante el silencio casi reverencial de la sala de audiencias, con los imputados clavando la vista en el piso, sin mover un músculo. Aquí tuvo lugar uno de los momentos claves de su declaración, cuando describió el modus operandi de los torturadores para con las detenidas políticas: “Las mujeres eran sistemáticamente violadas en la Brigada, con todo tipo de objetos, día tras día. Era una visión que ellos tenían de nosotras como seres inferiores, para ellos nosotras acompañábamos a nuestros maridos y la violación era parte de una tortura hacia nosotras, pero también hacia ellos, no buscaban información”.

La exdetenida terminó su declaración con detalles de su traslado y “legalización” como presa política. De la alcaidía fue trasladada a Devoto, donde tuvo familia en enero de 1977. En esa fecha se enteró de que Patricio había sido ejecutado en la Masacre de Margarita Belén, el 13 de diciembre del 76. En octubre de 1977, fue sometida a un régimen de libertad vigilada en Formosa, “junto con varias viudas de distintos fusilamientos”, sostuvo.

“Nos dijeron que habían acabado con el mal, el mal eran nuestros maridos y nosotros teníamos que olvidarnos, no hablar de esto con nadie, era una idea de terminar la Memoria, no sólo aniquilar físicamente si no también moralmente”, expresó. Sin embargo, a más de cuatro décadas de ese momento, y con el hijo que intentaron matar en sus entrañas en aquel descampado presenciando su testimonio en la sala del TOF junto a otros compañeros de militancia y sobrevivientes.

De la Rosa desobedeció ese mandato de olvido: “Tuve la posibilidad de viajar y me consta el renombre mundial que tiene la política de DD. HH. de Argentina. Me cuesta mucho estar acá, pero lo hago por la Memoria de los que no tienen voz”.

BERGER: LIGAS AGRARIAS

Mauricio Berger, el segundo testigo de la fecha, fue detenido en el marco de la persecución y exterminio a Ligas Agrarias en el interior provincial, junto con varios familiares durante un operativo de búsqueda del dirigente agrarios Carlos Oriasnky. Fue golpeado y trasladado a la Alcaidía de Sáenz Peña y de allí a la Brigada de Investigaciones, donde conoció a Patetta, Manader y Rodríguez Valiente.

Contó que mientras lo torturaban le insinuaban que podía salir de la Brigada por un precio. Le decían: “Pensá bien. Vos tenés un campo, podes salir de acá, de lo contrario podés llegar a terminar en un zanjón”. Berger fue testigo circunstancial de dos hechos de importancia, la desaparición de Oriansky y el asesinato del trabajador rural Juan Sokol.

“A Oriansky lo subieron a un helicóptero, en el que iba (el coronel Jorge) Larrateguy y nunca más se supo nada de él”, relató. Este episodio tuvo lugar en los primeros instantes de su detención, en zona rural. Una de las hipótesis que se manejan respecto del destino de Oriansky es que fue lanzado desde el aire a zonas del monte chaqueño prácticamente infranqueables. Juan Sokol fue muerto a golpes, Berger y otros estaban tabicados y colgados del techo, y oían como la víctima era castigada con saña.

“Prácticamente, se murió a nuestros pies, lo dejaron tirado mientras se sacudía, hasta que en un momento sentimos que no se movía más y se hizo un silencio. Luego se lo llevaron a la rastra”, finalizó. 

Cooperativa La Prensa

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