Derechos Humanos

María Elena Rossi: testimonio y cátedra de deber cívico

“Vengo acá a este juicio, pero voy a usar palabras de alguien que conoce mucho más que yo de leyes, y hacer mías sus palabras; estos juicios son un fenómeno incomparable en el mundo, acá me preguntaron si durante mi detención tuve abogados, y no, nunca los tuve,  y ninguno de los que vi en la Brigada tuvo un abogado. Por eso estos juicios son una necesidad para este país, no son una cuestión individual, tienen una importancia institucional porque son la única esperanza de que estos hechos que se juzgan aquí no vuelvan a ocurrir. Y quién dice esto es el doctor Ricardo Lorenzetti, presidente de la Corte Suprema de Justicia. Y mi esperanza al venir acá es esa, que estos juicios, que son parte del contrato social de nuestro país, se lleven adelante y que se haga Justicia”;  palabras de la exdetenida María Elena Rossi, al final de su testimonio, durante la jornada 24 de la causa Caballero II por crímenes de lesa humanidad en la ex Brigada de Investigaciones de la Policía de Chaco durante el terrorismo de Estado, en la sala de audiencias del Tribunal Oral Federal de Resistencia ayer, a días de un nuevo aniversario del golpe de Estado del 24 de marzo.

Desde el sector de imputados, José Rodríguez Valiente, Luis Alberto Patetta, Jorge Ibarra, José Marín, y Albino Borda, asistidos por la defensa oficial del doctor Juan Manuel Costilla y amparados en todas las garantías con las que los asiste el Estado de Derecho, siguieron con suma atención las palabras de la testigo y sobreviviente.

Si bien fue la primera declaración de Rossi en un juicio oral, el suyo fue un testimonio prolijo y sin fisuras, que avanzó de principio a fin sin apartarse del objeto procesal, ni detenerse en cuestiones secundarias. Su convocatoria a testimoniar en el debate obedeció a que en los primeros momentos de su detención en la Brigada, mientras se encontraba en un pasillo del edificio, Rossi vio el calamitoso estado en el que se encontraba Nora Valladares, lo cual viene a confirmar lo relatado por otros testigos sobrevivientes que pasaron por el juicio respecto de abusos gravísimos y un ensañamiento brutal por parte de varios de los procesados para con Valladares, en esa época de no más de veinte años, y detenida con su hijo. Asimismo, ante el tribunal Rossi pudo reconocer de la nómina de imputados a Ramón Meza, José Rodríguez Valiente, y a Gabino Manader.

El juez Eduardo Belforte, presidente del tribunal que integra junto con los magistrados Aldo Alurralde, Juan Manuel Iglesias (juez de instrucción), y Delfina Deógnes, comunicó el rechazo a la petición presentada por el imputado Rodríguez Valiente contra el fiscal federal Horacio Rodríguez para su recusación, por carecer del debido fundamento. Fue la última audiencia de marzo; la audiencia pasó a cuarto intermedio hasta el 6 de abril, fecha en la que se espera el testimonio del misionero Francisco Perié, originalmente programado para este miércoles, pero que tuvo que ser pospuesto por razones de fuerza mayor. 

 

“DEMORADA”

EN LA BRIGADA

Rossi fue detenida un 17 de mayo de 1976, en la Brigada misma, donde se acercó con su suegra a preguntar por la suerte de su esposo, alojado en el edificio de Marcelo T. de Alvear 32 luego de su detención el 5 de mayo de ese mismo año. En ese entonces, las dos mujeres fueron atendidas por el comisario Ramón Meza, (condenado a 25 años por torturas en un juicio anterior e imputado en este) quién le dijo a la suegra de Rossi; “Usted señora se puede ir, pero ella se queda demorada”. Así comenzó un periplo de siete años de prisión para María Elena. Primero fueron cinco días de “demora” en la Brigada, luego una prisión domiciliaria, y después un regreso a la Brigada, desde donde fue trasladada la Alcaidía policial. Respecto de las razones de su detención;  no las tiene, “Nunca me hicieron un cargo concreto” sostuvo ante el tribunal.

En ocasión de ser llevada a distintas dependencias dentro de la misma Brigada, mientras esperaba en un rincón en el pasillo que atraviesa la vieja casona todo a lo largo, en la zona cercana a los fondos, Rossi pudo ver una escena que se le grabó en la retina; “Una mujer joven, con la cara muy golpeada, era sostenida por dos personas sobre un inodoro, en un bañito con la puerta entreabierta, la agarraban para que pudiera sentarse, estos dos hombres también parecían detenidos políticos,  por su aspecto desaliñado y con signos de violencia. Verla en una situación tan deplorable como para que ni siquiera pudiese sentarse por sus propios medios, y que dos varones la tuviesen que ayudar y sostener, que le bajen la ropa, que le pregunten “si ya está”, para volver a vestirla… me impresionó mucho”, relató.

Tiempo después, en la Alcaidía, se cruzó con esa joven; “Estaba un poco mejor, con el rostro menos hinchado,  pero le faltaban dos dientes y tenía que acomodarse con mucho cuidado la ropa porque como se estaba reponiendo de varias heridas cualquier roce le provocaba dolor”. Allí supo que su nombre era Nora Valladares y que había vivido un infierno en la tierra en ese submundo paralelo que fue el centro clandestino de detención de la Brigada de Investigaciones durante dictadura cívico militar.  Pero el calvario de Valladares no terminó allí; “Ella estaba reponiéndose de sus heridas y una noche la vinieron a buscar al pabellón para sacarla, fue una situación muy angustiante, no queríamos que la lleven, pero la sacaron igual”. Tiempo después volvió a la Alcaldía, donde permaneció una temporada en la enfermería, a raíz de los vejámenes sufridos.

Otra de las escenas que no puede olvidar de su paso por la Brigada fue ver “como llevaban a la rastra a un muchacho, con la cara ensangrentada” a la misma habitación donde según relató Rodríguez Valiente  le hizo firmar una declaración, dos veces. “Si firmás te vas” me decía, lo hice pero luego me dijeron que no era suficiente y me hicieron firmar otra” contó. Tampoco tuvo efecto, porque luego fue trasladada hacia unos calabozos en la planta alta,  tabicada y esposada, donde permaneció con otras personas. “No sabíamos que iba a pasar con nosotros, era convivir con el miedo de escuchar puertas que se abrían y se cerraban y no saber qué era lo que venía hacia nosotros”. La de Rodríguez Valiente era una presencia habitual; “Él iba y venía todo el tiempo y siempre estaba en la sala donde me hicieron firmar las declaraciones” señaló.

 

MANADER,

“MAREADO”

La de este miércoles fue una audiencia breve, pero que terminó cerca del mediodía porque al retraso habitual de más de una hora según lo estipulado, se sumó la tardanza del abogado defensor del imputado Mussa Azar, que sigue los debates por video conferencia desde Santiago del Estero. Quién no tuvo que lidiar con esperas de ningún tipo fue Gabino Manader, quien luego de manifestar que padecía un mareo, fue liberado de permanecer en la sala y – se supone – , partió de regreso a su domicilio, donde ejerce el beneficio de “prisión hogareña”, tal y como lo autorizó el juez Juan Manuel Iglesias.

Cabe acotar que varios de los ingresantes a la sala de audiencias se toparon con el represor, ya condenado a 25 años por torturas y sindicado como un violador serial de detenidas políticas, que abandonó la sede del TOF muy campante, y sin manifestar mareo ni dolencia alguna, por lo  menos a simple vista. 

Además es probable que haya sido la última audiencia con el imputado Luis Alberto Patetta en la sede del TOF de Resistencia, ya que se espera que sea trasladado a Campo de Mayo en los próximos días. Patetta, siempre enfundado en su ya clásica camiseta colorada,  es otro de los procesados que cargan con una condena anterior, en su caso por partida doble;  25 años por torturas en Caballero I, el 13 de diciembre de 2010, en la histórica primera sentencia por crímenes de lesa humanidad en el Chaco, y también condenado, el 16 de mayo de 2011, a prisión perpetua por su participación en la Masacre de Margarita Belén.

 

 

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