Derechos Humanos

Otra audiencia con la palabra de los represores en primer plano

Con un retraso considerable según lo estipulado, la audiencia Nº 21 del juicio oral por crímenes de lesa humanidad en la ex Brigada de Investigaciones que se desarrolló ayer en la sede del Tribunal Oral Federal (TOF) de Resistencia tuvo un único protagonista, el exmilitar Luis Alberto Patetta y una ampliación indagatoria en la que el imputado –sobre el que pesan dos condenas en causas de lesa humanidad– cuestionó los testimonios de exdetenidos políticos sobre los cuales se formularon las denuncias que lo llevaron a juicio, en una reedición de sus alocuciones anteriores en la causa. Básicamente, una suerte de alegato encubierto bajo las formalidades de ampliación indagatoria.

Asimismo, el represor reconoció haber realizado tareas de enlace entre la autoridad militar y la Brigada de Investigaciones. Patetta fue trasladado para declarar “en vivo y en directo” en el TOF y saldar las dificultades que implica una audiencia por videoconferencia cuando la misma se extiende demasiado. Cumplido el derecho que lo asiste en tanto imputado en un proceso democrático en el que se respetan las garantías constitucionales, se le permitió su regreso la guarnición de la provincia de Buenos Aires, donde cumple condena.

La declaración el exdetenido político Osvaldo Uferer, programada para la mañana de ayer, fue pospuesta para el 10, cuando se retomen los debates luego del cuarto intermedio de la fecha. Uferer, militante justicialista e histórico declarante en los procesos de Juicio y Castigo en la región, pasó por las causas Masacre de Margarita Belén y Caballero I. Otro que posiblemente reitere su participación será el imputado Rodríguez Valiente, con una nueva ampliación indagatoria.

En el presente juicio oral se juzga a 12 represores por los delitos de tormento psíquico y físico agravado por la condición de detenido político de la víctima, privación ilegítima de la libertad, desaparición forzada de personas y un caso de violación en la ex Brigada de Investigaciones de la Policía.

 

LUIS ALBERTO PATETTA,

RECARGADO

La última vez que pasó por la sala del TOF de Resistencia fue el 16 de mayo de 2011, oportunidad en la que fue condenado a prisión perpetua por su participación en la Masacre de Margarita Belén. Seis años después, salvo una leve dificultad auditiva, el tiempo no parece haberle hecho mella a Patetta: 65 años, casado, con dos hijos, con su achaparrada y gruesa humanidad enfundada en una remera de tonos similares a la camiseta roja característica con la que se lo vio en los juicios de las causas Masacre y Caballero I.

A principios de septiembre de 2016, declaró por video conferencia desde el Penal de Campo de Mayo durante casi una hora, en la cual expuso una suerte de alegato en contra de la imprescriptibilidad de los crímenes de lesa humanidad sobre la base de una profusa (y por momentos confusa) jurisprudencia. Durante su alocución en la sede del TOF de Resistencia, la estrategia de “atacar para defenderse” concentró toda la artillería en los testimonios que lo incriminan.

“Pido disculpas por esto, es tedioso de escuchar, es un trabajo de preso, sólo alguien con mucho tiempo puede hacerlo”, se disculpó ante el tribunal y, apunte en mano, enumeró una extensa lista de supuestas “contradicciones” en los testimonios de los hermanos Aranda desde 1984 a la fecha, soslayando el efecto del tiempo y cómo funciona el mecanismo de la memoria, nunca lineal, tomando partes que pueden haber tenido variaciones pero que forman parte de un todo que sí guarda coherencia a lo largo de los años.

En ese tren llegó al punto de cuestionar la descripción arquitectónica que dieran los sobrevivientes de la Jefatura, por donde pasaron en un primer momento de su detención y Carlos Aranda fue torturado. No obstante, se cuidó de aclarar que nunca pisó el edificio- la escena del crimen- y manifestó que sus dichos obedecen a una serie de “croquis” de la Jefatura, que le facilitaron terceros. Del mismo modo, negó haber estado en los operativos de secuestro y en la Brigada de Investigaciones, esto último con menos énfasis (“No recuerdo bien”, deslizó).

Sí reconoció que se encargaba de trasmitir las órdenes del coronel Jorge Larrateguy, jefe del área 232, encargado de la represión, a la Brigada de Investigaciones de la Policía.

Negó haber sido oficial de inteligencia en 1976 y dejó entrever que quién debería responder por esa cuestión es el exmilitar Coronel Rampulla, testigo en la causa Masacre de Margarita Belén.

 

SOBRE LAS DUDAS

Hacia el final de la audiencia, la querellante Silvina Canteros planteó al tribunal su inquietud respecto del modo en el que vienen desarrollándose las audiencias. Se convoca a un testigo sobreviviente, este relata lo padecido durante su cautiverio en la Brigada y en audiencias posteriores los represores incriminados presentan una suerte de descargo, que tiene mucho de en el cual intentan desarmar el testimonio, cuando el testigo ya ha sido liberado del debate, esto es sin posibilidad de que ante la supuesta contradicción pueda rebatir o aclarar la cuestión. “Ese tipo de intervenciones podría ser realizado por la defensa técnica para permitirle al testigo aclarar cualquier tipo de incertidumbre que surjan en los debates y que no queden dudas respecto de su relato a posteriori”, requirió la abogada de la Secretaría de DD. HH. de la provincia. Sin embargo, el presidente del tribunal Eduardo Belforte fue categórico: “ Es la defensa material del imputado”, afirmó y dio por finalizada la audiencia, que pasó a cuarto intermedio hasta el 11.

 

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