Opinión

Paquirí: un hombre solidario de Villa San Juan

Una semblanza de Jorge Belzor Miño sobre Oscar César Paquirí, ante un nuevo aniversario de su fallecimiento.

POR JORGE BELZOR MIÑO

Hoy cumpliría 92 años un hombre que en vida se llamó OSCAR CESAR PAQUIRÍ. Dejo huellas imborrables en su paso por este mundo, fundamentalmente valoradas por un conjunto de compañeros que vivimos circunstancias excepcionales en la oscura noche de la última dictadura militar argentina, y hoy tenemos la oportunidad de contar, oportunidad que no tuvieron los 30.000 Compañeros Desaparecidos.

En los años 67-68, yo estudiaba una materia de la carrera de medicina en Villa San Juan (calle 9 – Ángel Bustos). Estaba a veinte metros de la 9 de Julio, en la casa de la familia Molero, bendecido y generoso grupo humano cuyos padres eran españoles. Pronto se generó una profunda amistad con “Miaja” el hermano mayor de mi compañera de estudio, Lili. Al frente, vivía la familia PAQUIRI (así denominaban al torero español, marido de PANTOJA, que falleció de una cornada en una corrida de toros) formada por Doña Porota, dos hijas, TERE y YOLI, que concurran al secundario en el colegio NACIONAL, y el menor Jorge, que también en esa época concurría, si mal no recuerdo, al secundario. El jefe de la familia (al menos así parecía desde afuera, por esa época estaba de moda ¨EL VARON DOMADO¨ de Esther Vilar y este asunto era motivo de sesudos debates y dilatadas discusiones) era asumido por Oscar Cesar Paquirí.

Fotógrafo de profesión, empleado en el Servicio Penitenciario Federal. Hombre conversador, siempre alegre, solidario, sonriente, parecía no existir para él días malos. Buen vecino, apreciado por su comunidad. En la zona no existía una fiesta popular sin su presencia. Era el fotógrafo de los barrios, de los laburantes. La calidad de su trabajo era excelente y su precio se acomodaba al bolsillo del cliente. Bautismos, cumpleaños, casamientos, siempre estaba Paquirí. Casi igualaba a la presencia de la iglesia en esos acontecimientos únicos, trascendentes e inolvidables, de gran alegría, lo que precisamente generaba la empatía y simpatía de la gente con este singular y querido personaje. Pero otros acontecimientos sucedieron, que sacudieron las estructuras más profundas de la República Argentina. Para bien de una minoría históricamente casada con el capital extranjero multimillonario. Para mal de una mayoría del pueblo que vivía de su trabajo, intelectuales, pequeños y medianos productores, industriales, que apostaban al desarrollo nacional, entre otros. Los años pasaron, nos incorporamos a la juventud peronista. Participamos en el ¨Luche y vuelve¨. Tiempos duros, sin Democracia, sin tregua, al todo o nada. Perón o muerte. Ganamos, vino el General. Fué Presidente, se fueron los milicos. Pero fue un repliegue táctico para regresar con nuevas estrategias, para terminar para siempre, con “la causa maldita”, que como el “pasto ruso”, siempre volvía. Esta vez había que arrancarlo de raíz, pensaron los represores. Cuando nos dimos cuenta, en un abrir y cerrar de ojos, con los compañeros de villa San Juan: Quito, Hilde, el ´´bicho´´ Varela, Chelo Esquivel de Villa Federal, Edgardo García de “Villa Itatí”, extraordinario jugador de For Ever, amigos de la zona, y otros centenares de compañeros, estábamos con nuestras convicciones en los fríos, duros y descascarados pabellones de la cárcel de máxima seguridad del Servicio Penitenciario Nacional la U.7 de Resistencia.

Los Presos Políticos fuimos sometidos a un régimen especial de castigo que recogían toda la experiencia de la historia y del mundo, fundamentalmente los métodos aplicados por el ejército francés en su lucha contra los argelinos, a fin de evitar lo inevitable, su Independencia. Tomaron también, la despiadada metodología utilizada por los Nazi, en los campos de concentración y exterminio donde mataron, por esta inhumana vía, mas de 5.000.000 de judíos. El propósito tenía un objetivo claro, a los que no mataban, a los cautivos le aplicaban el terror, la acción letal del miedo a su máxima intensidad, para matarlos espiritualmente y psiquicamente, convertirlos en verdaderas ¨piltrafas humanas´´, entes sin moral y sin principios manipulables para cualquier tarea por mas desnable que sea. PERO EXISTE UNA CUESTION ESENCIAL, EL HOMBRE POR AMOR A UNA CAUSA ´´TODO LO CREE, TODO LO ESPERA, TODO LO SOPORTA.´´ (Biblia Latinoamericana, himno al amor. Capítulo 13, versiculo7. Primera Carta de Pablo a los CORINTIOS. Esta biblia, herencia de mi madre, estaba prohibida en tiempos de la dictadura militar – quién proveía de “material subversivo” a mi progenitora?) La historia desde los primeros mártires cristianos hasta la fecha corrobora este versículo. Nosotros, los que volvimos del infierno, aportamos con nuestro testimonio.

Así es, en la U.7 soportamos una batería científica de hostigamientos físicos y psíquicos: un año sin visita, régimen de enclaustramiento es decir todo el día encerrado en la celda, salvo recreos súper reducidos, dieta de mil a mil trescientas calorías que nos producía extrema delgadez y conocer el hambre; incomunicados con el mundo exterior, de nuestros familiares, sin ningún tipo de noticias, sin libros (era para prolongar el día del recluso, que encuentra en la lectura la forma de evadirse y recorrer el mundo con la imaginación exacerbada del interno). Por las noches se encendían las luces para sacar un compañero y llevarlo a la tortura o someterlos a otros tipos de vejámenes. Con este accionar fueron retirados los compañeros que luego de ser salvajemente torturados, fueron masacrados: Los MÁRTIRES DE MARGARITA BELÉN. En esas tragedias colectivas, situaciones límites de dolor y sufrimientos, de abuso sin frontera y sin control del poder, se puede visualizar con meridiana claridad la miserabilidad, lo bajo, lo ruin y lo noble, digno y la grandeza del ser humano. Es en este lugar donde quiero resaltar la personalidad humana de un fotógrafo guardia cárcel. No se dejó llevar por la “obediencia debida”, exigida por los militares del área 233, que diseñaban y supervisaban las políticas de exterminio de la región y de la cárcel en la cual yo estaba detenido sin causa ni proceso, a disposición del P.E.N, sin poder hacer opción de salir del país por estar nula de nulidad absoluta la Constitución Nacional por el golpe al Gobierno Democrático, por una banda de militares traidores a la Patria.

OSCAR CESAR PAQUIRI, empleado penitenciario, pasaba por el largo corredor de la cárcel, que separaba los pabellones y entremedio quedaban los patios, lugar donde tomábamos, con la avidez de un adicto, SOL, el estimulante más buscado del preso, y ante el asombro de todos, sonriente, con entusiasmo y alegría y voz potente me saludaba……¡ ¡JORGITO!….levantando la mano. No le importaba la “yuta” que nos vigilaba y que tenían la orden cerrada de no “enchamigarse”, muy por el contrario, debían mantener una relación, fría, distante, impersonal, para que el preso sintiera el aislamiento afectivo, el rechazo y el desprecio que supuestamente provocaba su figura. Sin importarle, desde mi perspectiva, las consecuencias que podía provocar esta actitud ante sus superiores cuyo vértice terminaba en los militares. Pasaron más de 44 años de aquel gesto digno, valeroso, solidario y diría piadoso, de PAQUIRI. Recuerdo con exactitud, por la dimensión de su gesto, en esa ocasión tan especialísima y dolorosa, la conmoción de mi espíritu en ese momento. Era el buen samaritano, en el Camino encontraba un hermano sufriente, que es todo hombre y mujer privado/a de su libertad y le brindaba el bálsamo de su palabra de misericordia. Debo contar, para sumar mi agradecimiento eterno al que en vida fuera Oscar Cesar Paquiri: en el año sin visita, él le comentaba a mi sufriente madre que yo estaba vivo, información más que importante en ese momento. Seguro que lo realizaba con otros familiares. En una oportunidad, me contó en secreto doña “Ciri” (mi madre), que le deslizó una foto carnet que me había sacado en la cárcel. Comentábamos con ”Anguila” Valentín Romero, en nuestras interminables charlas, en nuestro “ocio productivo” (recomendado por los griegos para pensar), en el presidio, que aún en ese infierno se veían actos de los hombres que nos comunicaban con el cielo.

Una vez en mi cumpleaños, en medio de una brutal disminución de alimentos, como forma de tortura y en plena percepción de hambre, éste correntino, mostrando su estirpe sanmartiniana, me hizo un regalo de incalculable valor, nadie lo podrá superar en mi vida y de extremo sacrificio para el…UN PAN. Fue también, como los de ese fotógrafo de Villa San Juan, una acción cristiana y de sublime generosidad.

 

Dr. Jorge Belzor Miño Villa Itati- Resistencia Chaco Octubre 2020

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